Un invierno en Mallorca by George Sand

Un invierno en Mallorca by George Sand

autor:George Sand [Sand, George]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Crónica, Memorias, Biografía, Viajes
editor: ePubLibre
publicado: 1841-01-01T00:00:00+00:00


LA CARTUJA.

LA VIDA MONÁSTICA.

SAN VICENTE FERRER.

He indicado más arriba que deseaba sorprender el secreto de la vida monástica en estos lugares donde su huella era todavía tan reciente. No quiero decir con esto que esperase descubrir hechos misteriosos relativos a la Cartuja en particular; pero pedía a estos muros abandonados que me revelasen el pensamiento íntimo de los silenciosos reclusos a quienes habían separado, durante siglos de la vida humana. Hubiera querido seguir el hilo adelgazado o roto de la fe cristiana en esas almas arrojadas allí por cada generación como un holocausto a ese Dios celoso, que tenía necesidad de víctimas humanas, lo mismo que los dioses bárbaros. Hubiera querido, en fin, reanimar un cartujo del siglo XV y uno del siglo XIX para comparar entre sí esos dos católicos separados en su fe, sin saberlo, por abismos, y preguntar a cada uno lo que pensaba del otro.

Me parecía que la vida del primero era bastante fácil de reconstruir con verosimilitud en mi pensamiento. Vería este cristiano de la edad media, en una sola pieza, ferviente, sincero, con el corazón destrozado por el espectáculo de las guerras, de las discordias y de los sufrimientos de sus contemporáneos, huyendo de ese abismo de males para buscar en la contemplación ascética la abstracción y la separación en cuanto fuera posible de una vida donde la noción de la perfectibilidad de las masas no era en modo alguno accesible a los individuos. Pero el cartujo del siglo XIX, cerrando los ojos a la marcha, que ha venido a ser sensible y clara, de la humanidad, indiferente a la vida de los otros hombres, no comprendiendo ya ni la religión, ni el papa, ni la iglesia, ni la sociedad, ni a si mismo, y no viendo en su Cartuja más que una habitación espaciosa, agradable y segura, en su vocación más que una existencia asegurada, la impunidad otorgada a sus instintos y un medio de obtener, sin mérito individual, la deferencia y la consideración de los devotos, de los campesinos y de las mujeres, a éste no podía representármelo tan fácilmente.

No podía hacer una apreciación exacta de lo que debiera de haber tenido de remordimientos, de ceguedad de hipocresía o de sinceridad. Es imposible que hubiera habido dentro de este hombre una fe real en la iglesia romana, a menos que hubiese estado desprovisto en absoluto de inteligencia. Era imposible también que hubiera tenido un ateísmo pronunciado, porque su vida entera habría sido una odiosa mentira, y yo no sabría imaginar a un hombre completamente estúpido o completamente vil.

Esa imagen de sus combates interiores, de sus alternativas de rebelión y de sumisión, de duda filosófica y de terror supersticioso, la tenía ante mis ojos como un infierno; y cuanto más me identificaba con este último cartujo, que había habitado mi celda antes que yo, tanto más sentía pesar sobre mi herida imaginación esas angustias y esas agitaciones que le atribuía.

Bastaba echar una ojeada sobre los antiguos claustros y sobre la Cartuja moderna para



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